Oliver Twist

Resonó otro grito en el interior de la casa, aparecieron luces… cruzó ante sus ojos horrorizados la visión de dos hombres medio desnudos en lo alto de la escalera… brotó un relámpago, sonó un trueno horrísono… vio humo, oyó un crujido como de huesos rotos… allí… muy cerca de su persona, aunque no pudo precisar dónde, y cayó de espaldas.

Sikes había desaparecido momentáneamente; pero reapareció de nuevo agarrando a Oliver por el cuello, antes que se disipara el humo, disparó su pistola contra los hombres, que retrocedían ya, y se llevó arrastrando al muchacho.

—¡Agárrate con fuerza de mi brazo! —exclamó Sikes, sacando a Oliver por la ventana—. ¡Dame un pañuelo… pronto… lo han herido!… ¡Maldición! ¡Está desangrándose!

El repicar de una campana sacudida con furia se unió al estruendo de las detonaciones y a los gritos de las gentes de la casa. Oliver pudo darse cuenta de que le llevaban por un terreno desigual a paso fantástico. Los ruidos que en sus oídos resonaban fueron apagándose, creyó que partían de distancias enormes, sintió que el frío penetraba hasta su corazón, se nublaron sus ojos, se embotaron sus oídos, y perdió el sentido.

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