Tiempos difíciles

 

CAPITULO III

EL MEQUETREFE 

El que un caballerito joven, educado en un sistema permanente de represión de las tendencias naturales, fuese un hipócrita, resultaba sorprendente; sin embargo, ese era el caso de Tom. También resultaba extraordinario el que un caballerito joven al que no se le había dejado que hiciese lo que le venía en gana, ni siquiera durante cinco minutos, apareciese, en fin de cuentas, como incapaz de gobernarse a sí mismo; pero eso era lo que había ocurrido con Tom. Era completamente inconcebible el que un caballerito joven, a quien le han estrangulado la imaginación en la cuna, se viese perseguido por el fantasma de la misma, que ha adoptado la forma de una abyecta sensualidad; pues, sin género de duda, ese fenómeno se daba en Tom.

-¿Fumas? -le preguntó don Santiago Harthouse cuando llegaron al hotel.

-¡Pues no faltaba más! -le contestó Tom.

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