Los hermanos Karamazov

Sólo de pensarlo, me siento morir. Sobre todo, de curiosidad... El caso es que ese doctor vino ayer a ver a Lise... Le pagué cincuenta rublos por la visita. Pero esto no importa ahora. Como ve, me he armado un lío. No sé por qué he de apresurarme. Ya no me acuerdo de dónde estaba. Lo veo todo como una enredada madeja. Temo enojarlo y que usted se vaya. No hablo con nadie más que con usted... ¿Dónde tengo la cabeza, Dios santo? Ante todo, hemos de tomar café.

¡Trae café, Julia!

Aliocha se apresuró a darle las gracias y a decirle que acababa de tomarlo.

—¿Dónde?

—En casa de Agrafena Alejandrovna.

—¿Ha tomado café con esa mujer? Ella es la causante de todo. Bien es verdad que he oído decir que su conducta actual es irreprochable; pero ya es un poco tarde. Esa conducta debió seguirla antes, cuando pudo serle de provecho. Ahora ya no le sirve para nada. Cállese, Alexei Fiodorovitch, pues tengo tantas cosas que decirle, que acabaré no diciendo ninguna... ¡Ese horrible proceso!... Yo iré sin falta; estoy dispuesta. Me llevarán en un sillón; puedo estar sentada. Ya sabe que estoy citada como testigo. ¿Qué diré? Lo ignoro. Hay que prestar juramento,

¿verdad?

—Sí, pero me parece que no podrá usted ir.

eXTReMe Tracker