Por desgracia, la última hipótesis era la verdadera. Mucho tiempo después de haberse producido el drama, Samsonov confesó entre risas que se había mofado del «capitán». Era un hombre burlón y de malos instintos, propenso a las aversiones morbosas. No sé lo que le indujo a obrar así, si el hecho de que Mitia hubiera creído, como se deducía de su entusiasmo, que él había tomado en serio un plan tan absurdo, o los celos que sintió al pedirle aquel loco tres mil rublos para llevarse a Gruchegnka. Pero lo cierto es que cuando Mitia permanecía ante él con las piernas temblorosas y diciendo estúpidamente que estaba perdido, él lo miró con un gesto de maldad y decidió hacerle una mala jugada.
Cuando Mitia se hubo marchado, Samsonov, pálido de cólera, se encaró con su hijo y le ordenó que tomase las medidas necesarias para que aquel bribón no volviera a poner los pies en la casa. De lo contario...
No terminó la amenaza, pero su hijo le había visto enojado muchas veces y tembló de miedo. Una hora después, el anciano estaba todavía dominado por la cólera. Al atardecer se sintió indispuesto y mandó llamar al curandero.
CAPÍTULO II