El hombre de la máscara de hierro

He aquí como conversaban Athos y Raúl, paseándose por la larga alameda de tilos del parque, cuando resonó la campanilla que servía para avisar al conde la hora de la comida o una visita. Maquinalmente y sin dar importancia el sonido que acababa de vibrar, el conde y su hijo dieron media vuelta, y al llegar al extremo de la alameda se encontraron en presencia de Porthos y de Herblay.














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