El hombre de la máscara de hierro

—A cargo de la caja del señor Fouquet.

D’Artagnan leyó con sorpresa la libranza, y vio que era de puño y letra del rey y valedera por doscientas pistolas.

—¡Cómo! —dijo entre sí el mosquetero después de haber dado cortésmente las gracias al dependiente de Brienne—. ¿Van a hacer pagar ese viaje al señor Fouquet? ¡Mil rayos! ni Luis XI lo habría hecho peor. ¿Por qué no me han dado una libranza a cargo de Colbert? ¡La habría pagado con tanto gusto!

Y fiel a su principio de no dejar enfriar una libranza a la vista, D’Artagnan se encaminó a casa de Fouquet para cobrar las doscientas pistolas.







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