El hombre de la máscara de hierro

—Yo —continuó Aramis— voy a reunirme a los bretones para ayudarles a botar la barca al agua. Os aguardo en la orilla. Lanzad el barril con mano firme y venid corriendo.

—Encended —dijo por tercera vez Porthos.

—¿Me habéis comprendido? —preguntó Aramis.

—Cuando me explican comprendo —respondió Porthos riéndose—. Venga la yesca y marchaos.

Aramis dio un trozo de yesca ardiendo a Porthos, y se fue a la salida de la caverna, donde le estaban aguardando los tres remeros. Porthos aplicó la yesca a la mecha, y aquella chispa, principio de un incendio espantoso, brilló en la obscuridad como una luciérnaga y se corrió a la mecha, que se encendió. Porthos activó el fuego con un soplo. Gracias a haberse disipado un poco el humo, a la claridad de la mecha durante dos segundos pudieron distinguirse los objetos.



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