El hombre de la máscara de hierro

El rey Luis XIV

D’Artagnan, que no estaba acostumbrado a resistencias como la que acababan de oponerle, regresó sumamente irritado a Nantes, y ya sabemos que en él, hombre de fibra, la irritación se manifestaba por una impetuosa embestida a la que hasta entonces pocos resistieron, aunque fuesen reyes.

D’Artagnan, todo exaltado fue derecho a palacio para hablar al rey. Éste madrugaba desde que estaba en Nantes; serían las siete de la mañana cuando llegó D’Artagnan.

—Voy a anunciaros —dijo M. de Gesvres, con un aire que nada bueno presagiaba.

Gesvres volvió después de cinco minutos; cedió el paso a D’Artagnan, le condujo directamente al gabinete de Su Majestad, y se colocó a espaldas de su compañero en la antesala, desde la cual se oía hablar claramente al rey con su ministro Colbert, en el mismo gabinete en que Colbert, algunos días antes, oyó hablar en alta voz al rey con D’Artagnan.


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