El hombre de la máscara de hierro

Se pensó que su caída fue debida a una nueva convulsión, a algún movimiento febril, y que la caída precipitó su fin. Tal es el parecer del hermano Silvano.

Levantado el cuerpo del vizconde, frío y sin vida, vióse que en su crispada diestra apoyada sobre su corazón, tenía un rizo de blondos cabellos.

—¡Desventurado! —murmuró el mosquetero—, ¡se suicidó! —Y volviendo los ojos hacia el aposento del castillo en que Athos dormía el sueño eterno, añadió—: han cumplido mutuamente la palabra que se dieron. Ahora son dichosos, pues deben haberse reunido.









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