Al llegar la primavera el ejército de tierra entró en campaña contra los holandeses, precediendo en magnífico orden a la corte de Luis XIV, que a caballo y rodeado de carrozas llenas de damas y de cortesanos, conducía a la flor y nata de su reino a aquella sangrienta fiesta.
Verdad es que los oficiales del ejército no tuvieron otra música que la artillería de las fortificaciones holandesas; pero fue bastante para gran número de ellos, que en aquella guerra hallaron honores, adelantamiento, gloria o muerte.
D’Artagnan partió al frente de 12 000 hombres de infantería y caballería, con orden de apoderarse de las plazas que forman la llave de la red estratégica a que llaman la Frisia.
Nunca ningún general ha conducido más hábilmente un ejército como lo hizo D’Artagnan de quien sus oficiales conocían la prudencia, la astucia y el valor, y sabían que no sacrificaría sin necesidad ni un soldado ni una sola pulgada de terreno.