El Tulipan Negro

«¡Pues bien! -se dijo-. Aquí hay, en buena hora, un muchacho al que no le falta nunca el placer de una consolación cuando se presenta la ocasión. Por mi fe, amigo mío, os estoy muy obligado. ¡Adiós!»

El coche empezó a rodar.

-¡Ah! ¡Criminal! ¡Ah! ¡Bandido! -aulló Gryphus mostrando el puño a su víctima que se le escapaba-. Y decir que se va sin devolverme a mi hija.

«Si me conducen a Dordrecht -murmuró Cornelius para sí-, veré al pasar por delante de mi casa si mis pobres platabandas han sido destrozadas.»








eXTReMe Tracker