La Dama de las Camelias

—Tiene razón, pero es más fuerte que yo; la idea de que ese hombre es su amante me hace un daño horrible.

—En primer lugar —repuso Prudence—, ¿es aún su amante? Es un hombre al que necesita, eso es todo. Lleva dos días cerrándole la puerta; pero ha venido esta mañana, y ella no ha tenido más remedio que aceptar su palco y dejarse acompañar. La trae hasta aquí, sube un momento a su casa y no se queda, puesto que usted espera aquí. Me parece que todo esto es muy natural, Por otra parte, al duque lo tolera, ¿no?

—Sí, pero es un anciano y estoy seguro de que Marguerite no es su amante. Además muchas veces uno puede llegar a tolerar una relación y no tolerar dos. Esa facilidad se parece mucho a un cálculo, y el hombre que consiente en ella, incluso por amor, se acerca a los que, en una escala más baja, hacen de ese consentimiento oficio, y de ese oficio dinero.





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