Al dÃa siguiente, al despertarse, vio al pasante en la plaza. Emma estaba en bata de casa. León levantó la cabeza y la saludó. Ella hizo una inclinación rápida y volvió a cerrar la ventana.
León esperó durante todo el dÃa a que llegasen las seis de la tarde; pero, al entrar en la posada, no encontró a nadie más que al señor Binet sentado a la mesa.