Madame Bovary

»Hacia las seis, en el prado del señor Liégeard, se reunieron en un banquete los principales asistentes a la fiesta. En él no dejó de reinar la mayor cordialidad. Se hicieron diversos brindis: el señor Lieuvain, ¡al monarca!; el señor Tuvache, ¡al prefecto!; el señor Derozerays, ¡a la agricultura!; el señor Homais, ¡a la industria y a las Bellas artes, esas dos hermanas!; el señor Leplichey, ¡a las mejoras! Por la noche, un brillante fuego de artificio iluminó de pronto los aires. Se diría un verdadero calidoscopio, un verdadero decorado de ópera, y por un momento nuestra pequeña localidad pudo sentirse transportada en medio de un sueño de las Mil y una noches.

»Hagamos constar que ningún incidente enojoso vino a alterar aquella reunión de familia».

Y añadía:

«Sólo se notó la ausencia del clero. Sin duda la sacristía entiende el progreso de otra manera. ¡Allá ustedes, señores de Loyola![43].



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