—No sabe, señora —replicó con voz apagada por el embozo, y recatándose en la sombra.
Entró en la vacÃa sala de espera, donde una lámpara de aceite difundÃa una luz escasa y amarillenta. La ventana de la taquilla estaba abierta, y por su hueco vio que en ella no habÃa ni taquillero ni factor. OÃase funcionar débilmente un aparato telegráfico.