El Castillo

—Sí —dijo brevemente K; lo que había tolerado entonces en su abandono, no lo iba a permitir en su habitación. Se volvió hacia Frieda y habló con ella sobre una visita importante que tenía que hacer inmediatamente y en la que tenía que aparecer lo mejor vestido posible. Frieda, sin preguntar más a K, llamó en seguida a los ayudantes, que estaban entretenidos en inspeccionar el nuevo mantel, ordenándoles que limpiaran el traje y los zapatos de K, que había comenzado a quitarse, y que los limpiaran concienzudamente en el patio. Ella misma tomó una camisa del cordel y corrió hacia la cocina para plancharla.

Ahora se encontraba K a solas con el maestro, que permanecía sentado y en silencio, dejó que esperase aún un poco más, se quitó la camisa y comenzó a lavarse ante la jofaina. Ahora, de espaldas al maestro, le preguntó sobre el motivo de su visita.

—Vengo por encargo del alcalde —dijo él.

K se mostró dispuesto a recibir el mensaje. Pero como las palabras de K apenas se podían oír por el chapoteo del agua, el maestro tuvo que acercarse y se apoyó en la pared junto a K. Éste se disculpó por su ocupación y por su intranquilidad con la excusa de la urgencia de la visita proyectada. El maestro no reparó en sus palabras y dijo:

—Fue descortés con el señor alcalde, un hombre mayor, honorable y con amplia experiencia.

eXTReMe Tracker