Crítica de la Razón Práctica

Así pues, nuestra expectativa de felicidad es homologada con una ley natural y, dentro del ámbito práctico, es parangonada con el saber dentro del terreno epistemológico. Es evidente que Kant no la desdeña y que, por contra, le concede suma importancia. Otra cosa bien distinta es que se vea obligado a descalificarla como principio moral, a la vista de su absoluta volatilidad. El gran problema de la felicidad es que —según observa Kant en más de un lugar— sea un veleidoso ideal de la imaginación y tenga un carácter tan inestable que, aun cuando la mismísima naturaleza quisiera doblegarse puntualmente a los caprichosos antojos de nuestro voluble arbitrio, postrándose a sus pies, nunca lograría concordar del todo con ese titubeante concepto que tan pronto ciframos en una cosa como, al cabo de un segundo, en la contraria[40]. Para Kant «por desgracia, la noción de felicidad es un concepto tan impreciso que, aun cuando cada hombre desea conseguir la felicidad, pese a ello nunca puede decir con precisión y de acuerdo consigo mismo lo que verdaderamente quiera o desee[41]». La senda que conduce hacia la felicidad supone un auténtico laberinto en donde abundan las encrucijadas y sólo es una cuestión de suerte que acertemos a escoger la ruta más idónea para cada instante; «la voluntad que sigue la máxima de la felicidad titubea, entre sus móviles, sobre lo que debe decidir, ya que pone las miras en el éxito y éste no puede ser más incierto[42]». Su logro no depende tanto de nosotros como del azar, esto es, de que se produzca una fortuita coincidencia entre nuestros propósitos y las circunstancias deparadas por aquellas leyes que rigen mecánicamente la naturaleza, con lo que para ser feliz se ha de tener simplemente suerte, o sea, que uno ha de verse favorecido casualmente por la fortuna. En definitiva, «la felicidad abarca todo (y también únicamente) cuanto la naturaleza puede procurarnos, mientras que la virtud contiene aquello que sólo el hombre puede darse o quitarse a sí mismo[43]». Y entre lo que uno puede darse o quitarse no deja de hallarse la verdadera felicidad.

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