Crítica de la Razón Práctica

El comportamiento del ser humano […] se transmutaría en un simple mecanismo donde, como en un teatro de marionetas, todos gesticularían convenientemente, mas no se descubriría ninguna vida en las figuras. Pero todo está dispuesto de muy otra manera para nosotros y […] sólo tenemos una perspectiva muy enigmática del futuro, de suerte que el regidor del mundo sólo nos deja conjeturar su existencia y su grandeza sin distinguirla o evidenciarla claramente; en cambio, la ley moral depositada dentro de nosotros, sin prometemos o amenazarnos nada con seguridad, exige de nosotros un respeto desinteresado y sólo entonces nos permite vislumbrar en lontananza el reino de lo suprasensible (A 265-266),

o sea, «una idea práctica que necesariamente ha de oficiar como un arquetipo al cual aproximarse hasta el infinito» (A 58) en un progreso asintótico[55].







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