Arsenio Lupin contra Herlock Sholmes

4

Algunas luces en las tinieblas

Por muy templado que sea el carácter de un hombre —y Herlock Sholmes es uno de los seres sobre los que la mala suerte apenas actúa—, existen, sin embargo, circunstancias en que el más intrépido siente la necesidad de reajustar sus fuerzas antes de afrontar de nuevo los azares de una batalla.

—Me concedo vacaciones hoy —dijo.

—¿Y yo?

—Usted, Wilson, comprará trajes y ropa interior para reponer nuestro guardarropa. Durante ese tiempo yo descansaré.

—Descanse usted, Sholmes. Yo velo.

Wilson pronunció esas dos palabras con toda la importancia de un centinela colocado en un puesto avanzado y, por consiguiente, expuesto a los peores peligros. Su torso se abombó. Sus músculos se distendieron. Con mirada aguda escrutó el espacio del pequeño cuarto del hotel que habían elegido como domicilio.

—Vaya, Wilson. Me aprovecharé de eso para preparar un plan de campaña más apropiado al adversario que tenemos que combatir. Mire, Wilson, nos hemos equivocado sobre Lupin. Es preciso empezar otra vez por el principio.

—Antes, si es posible. Pero ¿tenemos tiempo?

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