La Llamada de la selva

Capítulo 2 La ley del garrote y el colmillo

El primer día de Buck en la playa de Dyea fue una pesadilla. Todas y cada una de las horas estuvieron llenas de conmoción y sorpresas. Lo habían arrancado de golpe del centro de la civilización y lo habían arrojado bruscamente al corazón mismo de lo primitivo. Ya no era una vida regalada acariciada por el sol, sin otra cosa que hacer que dormitar y aburrirse. Aquí no había paz ni descanso ni un momento de seguridad. Todo era confusión y actividad, y no había un solo momento sin que la vida o algún miembro corrieran peligro. Era necesario estar siempre alerta porque aquellos perros y aquellos hombres no eran perros y hombres de ciudad. Eran todos salvajes que no conocían más ley que la del garrote y el colmillo.

Buck nunca había visto perros que pelearan como lo hacían aquellas fieras, y su primera experiencia le enseñó una lección inolvidable. Es verdad que fue una experiencia en cabeza ajena, pues de otro modo no habría sobrevivido para aprovecharla. La víctima fue Curly. Habían acampado cerca del almacén de leña, y Curly, con su talante cordial, se acercó a un fornido husky del tamaño de un lobo adulto, aunque apenas la mitad de grande que ella. No hubo advertencia previa, sólo una embestida fulminante, un choque metálico de dientes, un retroceso igualmente veloz, y el morro de Curly quedó abierto desde el ojo hasta la quijada.

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