El paraíso perdido

Siguiendo el ejemplo de los poetas épicos italianos Tasso y Ariosto, había abandonado la idea de escribir su gran obra en el latín franco de la Europa culta y la concebía en su inglés materno, aunque ello implicase (así lo parecía en aquel momento) sacrificar el número de sus lectores y apelar a un público de nivel cultural menor. Había dejado atrás, también, la idea de una épica marcial, una Arturiada; y en el contexto de aquella Inglaterra protestante de la Revolución, que para él no era hija de las doctrinas de Lutero y Calvino, sino de los autóctonos Pelagio (c. 354-418) y Wycliffe (1330-1384), así como el pueblo destinado a culminar la gran Reforma del cristianismo, esa épica en la que se reconociese la nación no podía ser sino una obra de contenido espiritual, un gran manifiesto de los principios de la actitud cristiana reformada.








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