Ana de las Tejas Verdes

- No tenemos costumbre de encerrar a la gente en oscuros y húmedos calabozos – dijo Marilla secamente –, sobre todo porque son bastante escasos en Avonlea. Pero debes pedirle perdón a la señora Lynde, y lo harás, y permanecerás en tu cuarto hasta que me digas que estás dispuesta a ello.

- Entonces tendré que quedarme aquí para siempre – dijo Ana tristemente – porque no puedo decirle a la señora Lynde que siento haberle dicho esas cosas. ¿Cómo podría hacerlo? No lo siento. Siento haberla molestado, Marilla, pero estoy contenta de haberle dicho a ella todo lo que le dije. Fue una gran satisfacción. No puedo decir que estoy arrepentida cuando no es cierto, ¿no es verdad? ¡Ni aun imaginar que lo estoy!.

- Quizá tu imaginación funcione mejor por la mañana – dijo Marilla, disponiéndose a salir

–. Tendrás toda la noche para considerar tu conducta y formarte una idea mejor. Tú dijiste que tratarías de ser buena niña si te dejábamos en “Tejas Verdes”, pero debo decirte que esta noche no me lo ha parecido.


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