Marilla Cuthbert se lleva una sorpresa
Cuando Matthew abrió la puerta, Marilla se dirigió hacia ellos alegremente. Pero cuando sus ojos tropezaron con la desaliñada figurita, de largas trenzas rojizas y anhelantes y luminosos ojos, se detuvo asombrada.
- Matthew, ¿qué es esto? – exclamó –. ¿Dónde está el chico?.
- No habÃa ningún chico – dijo Matthew apenado –. Todo lo que habÃa era ella.
Señaló a la niña con la cabeza, cayendo en la cuenta de que ni siquiera habÃa preguntado su nombre.
- ¡No es un muchacho! Pero debÃa haber habido un muchacho – insistió Marilla –. Le mandamos decir a la señora Spencer que trajera un muchacho.
- Bueno, pues no lo hizo. La trajo a ella. Le pregunté al jefe de estación. Y tuve que traérmela a casa. No podÃa quedarse allÃ, sea cual fuere la equivocación.
- ¡Vaya, pues sà que hemos hecho un buen negocio! – exclamó Marilla.
Durante este diálogo la niña habÃa permanecido en silencio, moviendo sus ojos del uno al otro sin muestra de admiración en su rostro. Repentinamente, pareció captar todo el significado de lo que se habÃa dicho. Dejando su preciada maleta, dio un paso hacia delante y juntó sus manos.