Ana de las Tejas Verdes

- Buenas noches – dijo algo torpe, aunque gentilmente.

El rostro pálido de Ana y sus grandes ojos aparecieron entre las sábanas con alarmante rapidez.

- ¿Cómo puede usted llamar a ésta una noche buena cuando sabe que será la peor noche que pasaré en toda mi vida? – dijo con reproche. Luego se ocultó otra vez entre las sábanas.

Marilla bajó lentamente a la cocina y se puso a lavar los platos de la cena. Matthew fumaba, síntoma evidente de que estaba preocupado. Fumaba muy rara vez, pues Marilla lo consideraba un hábito pernicioso, pero en ciertas ocasiones y temporadas se sentía arrastrado a él, y entonces Marilla hacía la vista gorda, comprendiendo que debía tener un desahogo para sus emociones.

- Bueno, bonito atolladero – dijo airadamente –. Esto nos pasa por mandar decir las cosas en vez de ir nosotros mismos. De cualquier modo, los parientes de Robert Spencer han equivocado el mensaje. Uno de nosotros tendrá que ir a ver a la señora Spencer mañana; eso seguro. Esa niña debe ser enviada de vuelta al asilo.

- Sí, supongo que sí – respondió Matthew de mala gana.

- ¡Supones que sí! ¿No estás seguro?.

- Bueno... después de todo, es una linda chiquilla, Marilla. Es una pena enviarla de vuelta cuando parece tan ansiosa por quedarse aquí.

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