Ana de las Tejas Verdes

- ¡Matthew Cuthbert, no querrás decir que debemos dejar que se quede aquí con nosotros!.

El asombro de Marilla no hubiera sido mayor de haber afirmado Matthew que prefería hacer el pino.

- Bueno, no. Supongo que no... no exactamente – tartamudeó Matthew viéndose acorralado –. Supongo... que no podemos quedarnos con ella.

- Claro que no. ¿Qué beneficio nos reportaría?.

- Podríamos reportárselo nosotros a ella – dijo Matthew repentina e inesperadamente.

- ¡Matthew Cuthbert, creo que esa chiquilla te ha embrujado! ¡Se ve a las claras que quieres quedarte con ella!.

- Bueno, es una niña realmente interesante – insistió Matthew –. Tenías que haberla oído hablar cuando volvíamos de la estación.

- Oh sí, para hablar es muy rápida. Lo vi de inmediato. Lo cual no dice nada a su favor.

No me gustan las chicas que hablan mucho. No quiero una huérfana, y si la quisiera, ésta no es del estilo de la que elegiría. Hay algo que no puedo entender en ella. No; debe ser devuelta directamente al lugar de donde vino.

- Puedo emplear a un muchacho francés para que me ayude, y ella sería una compañía para ti.

- No deseo compañía alguna – dijo Marilla prestamente –. Y no voy a quedarme con ella.

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