Ana de las Tejas Verdes

- Bueno, se hará como tú dices, por supuesto, Marilla – dijo Matthew incorporándose y guardando su pipa –. Me voy a dormir.

Y a dormir se fue Matthew. Y cuando hubo terminado con los platos, a dormir se fue Marilla, con el ceño resueltamente fruncido. Y arriba, bajo el tejado del este, una solitaria y desamparada criatura lloró hasta ser vencida por el sueño.

CAPÍTULO CUATRO

La mañana en “Tejas Verdes”

Era pleno día cuando Ana despertó sentándose en la cama y mirando confusamente la ventana, por la que entraba una alegre luz y a través de la cual se agitaba algo blanco.

Por un instante no pudo reconocer dónde estaba. Primero fue un estremecimiento delicioso, como de algo placentero; luego, un horrible recuerdo. ¡Estaba en “Tejas Verdes” y no la querían porque no era un muchacho!.

Pero era de mañana y, sí, frente a su ventana había un cerezo en flor. Saltó de la cama y cruzó la habitación. Alzó la ventana, dura y ruidosa, como si no hubiera sido abierta durante largo tiempo, y ésta quedó tan encajada que no hizo falta asegurarla.

Ana cayó de rodillas y contempló la mañana de junio, con los ojos brillantes de alegría. Oh,

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