Ana de las Tejas Verdes

Repentinamente la pena por la niña había inundado su corazón. ¡Qué vida tan desamparada y sin cariño había tenido! Una vida de miseria, pobreza y desdén; porque Marilla era lo suficientemente perspicaz como para leer entre líneas en la historia de Ana y adivinar la verdad. No en vano había estado tan entusiasmada ante la idea de tener un verdadero hogar.

Era una pena que tuviera que ser devuelta. ¿Qué ocurriría si ella, Marilla, accedía al irresponsable capricho de Matthew y la dejaba quedarse? Matthew estaba encaprichado y Ana parecía una niña buena y dócil. “Habla demasiado – pensó Marilla –, pero se le puede quitar esa costumbre. Y no hay nada rudo o vulgar en lo que dice. Es delicada. Es probable que sus padres fueran buena gente.”








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