Ana de las Tejas Verdes

Pero llegaron, sin embargo, a su debido tiempo. La señora Spencer vivía en la ensenada de White Sands y apareció en la puerta con una mezcla de sorpresa y bienvenida en la cara.

- Caramba – dijo –, son las últimas personas que esperaría hoy, pero estoy encantada de verlas. ¿Dejará suelta la yegua? ¿Cómo estás, Ana?.

- Estoy todo lo bien que puede esperarse, gracias – dijo Ana sin sonreír. Sobre ella pareció haber descendido la desgracia.

- Nos quedaremos un rato mientras descansa la yegua – dijo Marilla –, pero he prometido a Matthew regresar temprano. El hecho es, señora Spencer, que se ha cometido un error en alguna parte y he venido a ver dónde. Matthew y yo mandamos decirle que nos trajera un chico de diez u once años.

- ¡No me diga, Marilla Cuthbert! – dijo desesperada la señora Spencer –. Pero si Robert me lo mandó decir por su hija Nancy y ella dijo que ustedes querían una niña, ¿no es así, Flora Jane? – preguntó a su hija, que subía las escaleras.

- Ciertamente, señorita Cuthbert – corroboró Flora Jane.

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