Ana de las Tejas Verdes

“principio y fin”. ¿No es grandioso? Tiene la grandiosidad del sonido de un gran órgano. Uno no puede llamarlo poesía, supongo, pero se le parece mucho, ¿no es cierto?.

- No estamos hablando de poesías, Ana; estamos hablando sobre tus oraciones. ¿No sabes que es algo muy feo no decir oraciones por la noche? Me parece que eres una niña muy mala.

- Si usted fuera pelirroja vería que es mucho más fácil ser mala que buena – dijo Ana con reproche –. La gente que no tiene el pelo rojo no tiene idea de la molestia que significa.

La señora Thomas me dijo que Dios me había dado el cabello de ese color a propósito, y desde entonces no me preocupé más por Él. Y, de cualquier modo, estaba siempre tan cansada por las noches que no me molestaba en rezar. La gente que tiene que cuidar mellizos no tiene tiempo para pensar en rezar. Con sinceridad, ¿no lo cree usted así?.

Marilla decidió que la instrucción religiosa de Ana debía comenzar inmediatamente. No había tiempo que perder.

- Mientras estés en mi casa, deberás decir tus oraciones, Ana.

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