«Es el lugar más hogareño que conozco; es más hogareño que mi propia casa», afirmó Philippa Gordon mientras miraba a su alrededor con ojos alegres. Aquella tarde estaban todos reunidos en el gran salón de «La Casa de Patty»; Ana y Priscilla, Phil y Stella, la tía Jamesina, Rusty, Joseph, la gata Sarah, Gog y Magog. Las llamas del hogar hacían danzar sus sombras sobre las paredes y, en un gran florero, algunos crisantemos de invernadero, envío de una de las víctimas de Phil, brillaban en la oscuridad.
Tres semanas solamente habían pasado desde que se consideraran definitivamente instaladas y todas creían ya que el experimento era un éxito. Los primeros quince días fueron de placentera excitación; habían estado muy atareadas arreglando la casa, organizando su vida y ajustando sus encontradas opiniones.