El naufragio del Titán

CAPÍTULO IX

Con intervalos de lucidez, durante los cuales avivó o encendió nuevamente el fuego, asó la carne del oso y alimentó y vendó a la niña, el delirio de Rowland duró tres días. Sufrió terriblemente. Su brazo, el centro de un dolor lacerante, se había hinchado hasta doblar su tamaño habitual y su costado malherido le impedía respirar con normalidad. No había prestado atención a sus heridas y fue su fuerte constitución, que los años de disipación no habían logrado echar a perder, o bien alguna propiedad antifebril de la carne de oso o la falta de aquel whisky excitante lo que le hizo ganar la batalla. La noche del tercer día encendió nuevamente el fuego con la última cerilla que le quedaba y miró al sol de poniente, sano aunque débil de cuerpo y de mente.








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