Así habló Zaratustra

Mis enemigos se han vuelto poderosos y han deformado la imagen de mi doctrina, de modo que los más queridos por mí tuvieron que avergonzarse de los dones que yo les había entregado.

¡He perdido a mis amigos; me ha llegado la hora de buscar a los que he perdido!»[143]. –

Al decir estas palabras Zaratustra se levantó de un salto, pero no como un angustiado que busca aire, sino más bien como un vidente y cantor de quien se apodera el espíritu. Extrañados miraron hacia él su águila y su serpiente: pues, semejante a la aurora, sobre su rostro yacía una felicidad cercana.

¿Qué me ha sucedido, pues, animales míos? – dijo Zaratustra. ¿No estoy transformado? ¿No vino a mí la bienaventuranza como un viento tempestuoso?

Loca es mi felicidad, y cosas locas dirá: es demasiado joven todavía – ¡tened, pues, paciencia con ella!

Herido estoy por mi felicidad[144]: ¡todos los que sufren deben ser médicos para mí!

¡De nuevo me es lícito bajar a mis amigos y también a mis enemigos! ¡De nuevo le es lícito a Zaratustra hablar y hacer regalos y dar lo mejor a los amados!

Mi impaciente amor se desborda en ríos que bajan hacia levante y hacia poniente[145]. ¡Desde silenciosas montañas y tempestades de dolor desciende mi alma con estruendo a los valles!

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