Así habló Zaratustra

Del inmaculado conocimiento[214]

Cuando ayer salía la luna me pareció que iba a dar a luz un sol: tan abultada y grávida yacía en el horizonte.

Pero me mintió con su preñez; y antes creería yo en el hombre de la luna que en la mujer[215].

Ciertamente, poco hombre es también ese tímido noctámbulo. En verdad, con mala conciencia deambula sobre los tejados.

Pues es lascivo y celoso el monje que hay en la luna, lascivo de la tierra y de todas las alegrías de los amantes.

¡No, no me gusta ese gato sobre los tejados! ¡Me repugnan todos los que rondan furtivamente las ventanas entornadas!

Piadosa y silente camina sobre alfombras de estrellas: – mas no me gustan, en el varón, esos pies sigilosos, en los que ni siquiera una espuela mete ruido.

El paso de todo hombre honesto habla; pero el gato se escurre furtivo por el suelo. Mira, gatuna y deshonesta avanza la luna. –

¡Esta parábola os ofrezco a vosotros los sensibles hipócritas, a vosotros los hombres del «puro conocimiento»! ¡A vosotros yo os llamo – lascivos!

También vosotros amáis la tierra y las cosas terrenas: ¡os he adivinado bien! – pero vergüenza hay en vuestro amor, y mala conciencia, – ¡os parecéis a la luna!

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