Es cierto que así como vuestros sapientísimos no me parecen tan sabios, así también encontré que la maldad de los hombres está por debajo de su fama[266].
Y a menudo me he preguntado, moviendo la cabeza: ¿por qué seguir cascabeleando, serpientes de cascabel?
¡En verdad, también para el mal hay todavía un futuro! Y el sur más ardiente no ha sido aún descubierto para el hombre.
¡Cuántas cosas llámanse ya ahora la peor de las maldades, que, sin embargo, sólo tienen doce pies de ancho y tres meses de duración! Alguna vez vendrán al mundo, sin embargo, dragones mayores.
Pues para que no le falte al superhombre su dragón, el superdragón, que sea digno de él: ¡para ello muchos soles ardientes tienen aún que abrasar la húmeda selva virgen!
Vuestros gatos salvajes tienen primero que convertirse en tigres, y vuestros sapos venenosos, en cocodrilos: ¡pues el buen cazador debe tener una buena caza!
¡Y en verdad, oh buenos y justos! Muchas cosas hay en vosotros que causan risa, ¡y ante todo vuestro miedo de lo que hasta ahora se ha llamado «demonio»!
¡Tan extraños sois a lo grande en vuestra alma que el superhombre os resultará temible en su bondad!
¡Y vosotros, sabios y sapientes, huiríais de la quemadura de sol que produce la sabiduría, quemadura en la que el superhombre baña con placer su desnudez!