Así habló Zaratustra

Ay, ojalá entendieseis mi palabra: «¡Haced siempre lo que queráis, – pero sed primero de aquéllos que pueden querer!».

«¡Amad siempre a vuestros prójimos igual que a vosotros, – pero sed primero de aquéllos que a sí mismos se aman[311]

– que aman con el gran amor, que aman con el gran desprecio!». Así habla Zaratustra el ateo. –

¡Mas para qué hablar si nadie tiene mis oídos! Aquí es todavía una hora demasiado temprana para mí.

Mi propio precursor soy yo en medio de este pueblo, mi propio canto del gallo a través de oscuras callejuelas.

¡Pero la hora de ellos llega! ¡Y llega también la mía! De hora en hora se vuelven más pequeños, más pobres, más estériles, – ¡pobre vegetación!, ¡pobre terreno!

Y pronto estarán ante mí como hierba seca y como rastrojo, y, en verdad, cansados de sí mismos – ¡y, aún más que de agua, sedientos de fuego!

¡Oh hora bendita del rayo! ¡Oh misterio antes del mediodía! – En fuegos que se propagan voy a convertirlos todavía alguna vez, y en mensajeros con lenguas de fuego[312]: –

– ellos deben anunciar alguna vez con lenguas de fuego: ¡Llega, está próximo el gran mediodía![313].

Así habló Zaratustra.

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