Así habló Zaratustra

¿Qué fue, pues, lo que te llevó a gruñir? El que nadie te haya adulado bastante: – por eso te pusiste junto a esta inmundicia, para tener motivo de gruñir mucho, –

– ¡para tener motivo de vengarte mucho! ¡Venganza, en efecto, necio vanidoso, es todo tu echar espumarajos, yo te he adivinado bien!

¡Pero tu palabra de necio me perjudica incluso allí donde tienes razón! Y si la palabra de Zaratustra tuviese incluso cien veces razón: ¡con mi palabra siempre harías – la sinrazón!».

Así habló Zaratustra; y contempló la gran ciudad; suspiró y calló durante largo tiempo[321]. Finalmente, dijo así: Me produce náuseas también esta gran ciudad, y no sólo este necio. Ni en una ni en otro hay nada que mejorar, nada que empeorar.

¡Ay de esta gran ciudad![322] – ¡Yo quisiera ver ya la columna de fuego que ha de consumirla!

Pues tales columnas de fuego deben preceder al gran mediodía[323]. Mas éste tiene su tiempo y su propio destino.

Esta enseñanza te doy a ti, necio, como despedida: donde no se puede continuar amando se debe – ¡pasar de largo! –

Así habló Zaratustra y pasó de largo junto al necio y la gran ciudad.

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