Así habló Zaratustra

A quien vive entre los buenos la compasión le enseña a mentir. La compasión vicia el aire a todas las almas libres. La estupidez de los buenos es, en efecto, insondable[344].

A ocultarme a mí mismo y a ocultar mi riqueza – esto aprendí allá abajo: pues a todos los encontré todavía pobres de espíritu. Ésta fue la mentira de mi compasión, ¡el saber acerca de todos,

– el ver y el oler en todos qué cantidad de espíritu les bastaba y qué cantidad de espíritu les resultaba demasiada!

A sus envarados sabios: yo los llamaba sabios, no envarados, – así aprendí a tragar palabras. A sus sepultureros: yo los llamaba investigadores y escrutadores, – así aprendí a sustituir unas palabras por otras.

Los sepultureros contraen enfermedades a fuerza de cavar. Bajo viejos escombros descansan vapores malsanos. No se debe remover el lodo. Se debe vivir sobre las montañas.

¡Con bienaventuradas narices vuelvo a respirar libertad de montaña! ¡Redimida se halla por fin mi nariz del olor de todo ser humano!

Cosquilleada por agudos vientos, como por vinos espumeantes, mi alma estornuda, – estornuda y grita jubilosa: ¡He sanado!

Así habló Zaratustra.

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