Así habló Zaratustra

Cuya frialdad inflama, cuyo odio seduce, cuya huida ata, cuya burla – conmueve:

– ¡quién no te odiaría a ti, gran atadora, envolvedora, tentadora, buscadora, encontradora! ¡Quién no te amaría a ti, pecadora inocente, impaciente, rápida como el viento, de ojos infantiles!

¿Hacia dónde me arrastras ahora, criatura prodigiosa y niña traviesa? ¡Y ahora vuelves a huir de mí, dulce presa y niña ingrata!

Te sigo bailando, te sigo incluso sobre una pequeña huella. ¿Dónde estás? ¡Dame la mano! ¡O un dedo tan sólo!

Aquí hay cavernas y espesas malezas: ¡nos extraviaremos! – ¡Alto! ¡Párate! ¿No ves revolotear búhos y murciélagos?

¡Tú búho! ¡Tú murciélago! ¿Quieres burlarte de mí? ¿Dónde estamos? De los perros has aprendido este aullar y ladrar.

¡Tú me gruñes cariñosamente con blancos dientecillos, tus malvados ojos saltan hacia mí desde ensortijadas melenitas!

Éste es un baile a campo traviesa: yo soy el cazador – ¿tú quieres ser mi perro, o mi gamuza?

¡Ahora, a mi lado! ¡Y rápido, maligna saltadora!

¡Ahora, arriba! ¡Y al otro lado! – ¡Ay! – ¡Me he caído yo mismo al saltar!

eXTReMe Tracker