Así habló Zaratustra

Así como un viento delicioso, no visto, danza sobre artesonado mar, baila ligero, ligero cual una pluma: así – baila el sueño sobre mí.

No me cierra los ojos, me deja despierta el alma. Ligero es, ¡en verdad!, ligero cual una pluma.

Me persuade no sé cómo, toca ligeramente mi interior con mano zalamera, me fuerza. Sí, me fuerza a que mi alma se estire: –

– ¡cómo se me vuelve larga y cansada mi extraña alma! ¿Le ha llegado el atardecer de un séptimo día justamente al mediodía?[509] ¿Ha caminado ya durante demasiado tiempo, bienaventurada, entre cosas buenas y maduras?

Mi alma se estira alargándose, alargándose – ¡cada vez más!, yace callada, mi extraña alma. Demasiadas cosas buenas ha saboreado ya, esa áurea tristeza la oprime, ella tuerce la boca.

– Como un barco que ha entrado en su bahía más tranquila: – y entonces se adosa a la tierra, cansado de los largos viajes y de los inseguros mares. ¿No es más fiel la tierra?

Como un barco de ésos se adosa, se estrecha a la tierra: – basta entonces que una araña teja sus hilos desde la tierra hasta él. No se necesita aquí cable más fuerte.

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