Rebelión en la granja

Aquí el porte de Squealer cambió repentinamente. Permaneció callado un instante, y sus ojillos lanzaron miradas de desconfianza de un lado a otro antes de continuar. Había llegado a su conocimiento —dijo—, que un rumor disparatado y malicioso circuló cuando se llevaron a Boxer. Algunos animales notaron que el furgón que trasladó a Boxer llevaba la inscripción: «Matarife de caballos», y sacaron precipitadamente la conclusión de que ése era en realidad el destino de Boxer. Resultaba casi increíble, dijo Squealer, que un animal pudiera ser tan estúpido. Seguramente, gritó indignado, agitando la cola y saltando de lado a lado, seguramente ellos conocían a su querido Líder, camarada Napoleón, mejor que nadie. Pero la explicación, en verdad, era muy sencilla. El furgón fue anteriormente propiedad del descuartizador y había sido comprado por el veterinario, que aún no había borrado el nombre anterior. Así fue como nació el error.

Los animales quedaron muy aliviados al escuchar esto. Y cuando Squealer continuó dándoles más detalles gráficos del lecho de muerte de Boxer, la admirable atención que recibió y las costosas medicinas que abonara Napoleón sin fijarse en el precio, sus últimas dudas desaparecieron y el pesar que sintieran por la muerte de su camarada fue mitigado por la idea de que, al menos, había muerto feliz.

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