Rebelión en la granja

Napoleón mismo apareció en la reunión del domingo siguiente y pronunció una breve oración fúnebre a la memoria de Boxer. No era posible traer de vuelta los restos de su llorado camarada para ser enterrados en la Granja, pero había ordenado que se confeccionara una gran corona con laurel del jardín de la casa para ser colocada sobre la tumba de Boxer. Y pasados unos días los cerdos pensaban realizar un banquete conmemorativo en su honor. Napoleón finalizó su discurso recordándoles los dos lemas favoritos de Boxer: «Trabajaré más fuerte» y «El Camarada Napoleón tiene siempre razón», lemas, dijo, que todo animal haría bien en adoptar para sí mismo.

El día fijado para el banquete, el carro de un almacenista vino desde Willingdon y descargó un gran cajón de madera. Esa noche se oyó el ruido de cantos bullangueros, seguidos por algo que parecía una violenta disputa y terminó a eso de las once con un tremendo estrépito de vidrios rotos. Nadie se movió en la casa antes del mediodía siguiente y se corrió la voz de que los cerdos se habían agenciado dinero para comprar otro cajón de whisky.




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