Pasaron los años. Las estaciones vinieron y se fueron; las cortas vidas de los animales pasaron volando. Llegó una época en que ya no habÃa nadie que recordara los viejos dÃas anteriores a la Rebelión, exceptuando a Clover, BenjamÃn, Moses el cuervo, y algunos cerdos.
Muriel habÃa muerto; Bluebell, Jessie y Pincher habÃan muerto. Jones también murió; falleció en un hogar para borrachos en otra parte del paÃs. Snowball fue olvidado. Boxer lo habÃa sido, asimismo, excepto por los pocos que lo habÃan tratado. Clover era ya una yegua vieja y gorda, con articulaciones endurecidas y ojos legañosos. Ya hacÃa dos años que habÃa cumplido la edad del retiro, pero en realidad ningún animal se habÃa jubilado. HacÃa tiempo que no se hablaba de reservar un rincón del campo de pasto para animales jubilados. Napoleón era ya un cerdo maduro de unos ciento cincuenta kilos. Squealer estaba tan gordo que tenÃa dificultad para ver más allá de sus narices. Únicamente el viejo BenjamÃn estaba más o menos igual que siempre, exceptuando que el hocico lo tenÃa más canoso y, desde la muerte de Boxer, estaba más malhumorado y taciturno que nunca.