Aquí, Marta Eugenia Alonso, sentada en un peñasco, se confiesa con el río; el río le da consejos, y ella, obediente y piadosa, decide seguirlos todos al pie de la letra.
ABUELITA TENÍA RAZÓN al predecir que viviendo con mis primos, acabaría por perderles aquella vehemente antipatía que hasta hace poco les profesaba; puesto que, en efecto, hace apenas un mes que estamos juntos en la hacienda y… ¡ya me gusta el arreo! Ahora lo encuentro bastante simpático y bastante bien.