EL ATAQUE DEL TIGRE
El tigre se habÃa anunciado con su grito de guerra.
Estos animales son ferocÃsimos, sobre todo cuando han empezado a verter sangre; pero son también prudentes en extremo: no atacan a nadie de frente, cara a cara, sino que prefieren hacerlo por sorpresa, confiando en su agilidad, realmente maravillosa.
No se crea por eso que abandonó la persecución de los cazadores; pero los seguÃa despacio por entre las hojas y las cañas, sin perderlos de vista y sin mostrarse al descubierto.
Hong y sus compañeros se retiraban también despacio con las armas preparadas y los ojos vigilantes, sin atreverse a volver la espalda, por miedo a que en uno de sus poderosos saltos el terrible felino cayera sobre ellos antes de darles tiempo para hacerle frente. El chino no habÃa perdido su extraordinaria sangre frÃa y se mantenÃa tranquilo; en cambio, el malayo y el igorrote temblaban como atacados por la fiebre.
—¡Ãnimo! —les repetÃa Hong.
—¡Tengo ánimo! ¡Esto es la primera impresión, que pasará al primer disparo!
De pronto el salvaje se detuvo haciendo con la mano un ademán.
—¿Qué hay?
—Ya no nos sigue el tigre.