UN CORONEL GENEROSO
El reciĂ©n llegado era un anciano coronel que debĂa haber pasado la cincuentena, con larga barba casi blanca, piel bronceada, mirada viva y aspecto marcial. Sin duda acababa de levantarse, pues sus cabellos estaban desarreglados, y no llevaba delante espada. PareciĂł quedar suspenso al ver a la joven, y se detuvo a la puerta contemplándola con curiosidad, como si tratase de recordar dĂłnde y cuándo la habĂa visto; luego se acercĂł a Than-Kiu, cogiĂłla delicadamente por el brazo, la aproximĂł a la ventana como para verla mejor, y exclamĂł:
—¿Usted… aqu�
—¿Me reconoce usted, coronel?
—SĂ; no se olvida una moza tan intrĂ©pida como usted, a quien he visto batirse, como el soldado más pundonoroso, la noche de MalabĂłn. ¡Ah!… La campaña de la insurrecciĂłn ha sido ruda, y hemos contemplado heroicidades por ambas partes… SĂ, sĂ, la reconozco; es usted la joven que Romero Ruiz salvĂł de una muerte cierta, poniendo su vida en mis manos; es usted la hermana del valiente jefe de los amarillos, de Hang-Tu.
—La misma, coronel.
—¿QuĂ© hace usted por acá?… La creĂa muerta o moribunda.
—Curé de la herida que me hicieron sus compatriotas, coronel, como ve usted.
—Me alegro.