Sandokan el Rey del Mar

-Otro que no fuese como usted, no desperdiciaría una ocasión como ésta.

-Ocasión que no sería muy oportuna, porque no tardaría el Rey del Mar en venir a libertarle y tomar una dura venganza.

-¡Eso sí que no lo dudo! -respondió, riendo, el portugués -. En fin, dejemos esta conversación y procure usted descansar. Está usted más fatigado que yo, y la noche va a ser larga.

Efectivamente, Damna y el angloindio tenían gran necesidad de reposo; y, a pesar de los rugidos del mar y de los formidables estampidos de los truenos, no tardaron en caer rendidos sobre las algas.

Yáñez, que era de complexión más robusta y estaba más acostumbrado a las vigilias, permaneció de guardia.

De cuando en cuando se levantaba, y sin hacer el menor caso del diluvio que cala y de las oleadas de espuma que las ondas arrojaban sobre la roca, descendía hasta la playa para mirar al mar.

Esperaba que de un momento a otro verla lucir entre las tinieblas los faroles del crucero; pero su esperanza se desvanecía siempre. Entre aquel caos de aguas rugientes no aparecía ningún punto luminoso.

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