Robin Hood

Capítulo XV

Los soldados se acercaban con precaución, y a cada paso que daban se detenían, protegidos por el follaje, para escuchar los consejos del barón, el cual no quería que utilizasen el arco por miedo a que su hija resultase herida.

«Si me rodean estoy perdido», pensó Robín.

Un claro entre las hojas le permitió ver a Fitz-Alwine, y el deseo de venganza nació en su corazón.

—Robín —murmuró entonces la joven—; me encuentro bien. ¿Qué ha ocurrido con mi padre? ¿No le habéis hecho daño, verdad?

—No, ninguno, milady —contestó Robín estremeciéndose—, pero…

Y con el dedo hizo vibrar la cuerda del arco.

—¿Pero qué? —exclamó Christabel asustada por este gesto siniestro.

—Es él quien me ha hecho daño, ¡eh! ¡Ah, milady, si vos supieseis…!

—¿Dónde está mi padre, señor?

—A pocos pasos de aquí —respondió Robín fríamente—, y Su Señoría sabe que estamos cerca de él, pero los soldados no se atreven a atacarme, temen mis flechas.

—¡Allan, Allan, querido Allan! ¿Por qué no vienes? —exclamó desesperada Christabel.

Y de pronto, como respondiendo a esta llamada, resonó el aullido de un lobo.

eXTReMe Tracker