El Rey Lear

ESCENA II

Espacio entre los dos campamentos.

Alarma, en bastidores. LEAR, CORDELIA y soldados entran y salen, con tambores y banderas. Entran EDGARDO y EL CONDE de GLOUCESTER.

EDGARDO.—Reposad aquí, amigo mío, a la sombra de ese árbol; rogad al cielo que salga victorioso el más justo. Si vuelvo a vuestro lado, traeré noticias consoladoras.

EL CONDE DE GLOUCESTER.—Bendígaos el cielo, señor.

Sale EDGARDO. Alarma. Oyese el toque de retirada. Vuelve EDGARDO.

EDGARDO.—Huíd, anciano; dadme la mano y alejémonos; el rey Lear ha perdido la batalla; él y su hija han caído prisioneros; dadme la mano y huyamos.

EL CONDE DE GLOUCESTER.—No nos alejemos mucho, señor; tanto podemos morir allí, como aquí.

EDGARDO.—¡Cómo! ¿Siempre las mismas ideas siniestras? El tiempo es el supremo árbitro. Avancemos.

EL CONDE DE GLOUCESTER.—Sí, tienes razón; vayamos. (Salen.)

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