El Rey Lear

ESCENA III

Salón en el castillo del conde de Gloucester

Entran el conde de GLOUCESTER y EDMUNDO.

EL CONDE DE GLOUCESTER.—¡Ah, querido Edmundo! Esa conducta desnaturalizada me subleva. Yo sólo les pedía el permiso de compadecerle, y me han prohibido el libre uso de mi propia casa, añadiéndome, so pena de incurrir en su eterno desagrado, que jamás vuelva a hablarles de él.

EDMUNDO.—¡Salvaje y desnaturalizado comportamiento!

EL CONDE DE GLOUCESTER.—Escucha, y guarda el secreto: hay desavenencia y algo peor entre los dos duques. He recibido esta noche una carta que sería peligroso divulgar, y que he encerrado en mi gabinete. Vengado quedará el rey de las injurias con que le tratan hoy. Se ha levantado un ejército; adhirámonos al partido del rey. Voy a buscarle y a consolarle en secreto. Tú, Edmundo, quédate junto al duque y toma nota de sus palabras; que por nada del mundo sospeche el interés que te tomas por la suerte de Lear. Si preguntare por mí, dile que estoy enfermo, en cama. ¡Hasta me han amenazado con la muerte! Si muero, no importa; de todos modos quiero socorrer al rey, mi buen señor. Ya ves la importancia del secreto que en ti fío; sé prudente y circunspecto. (Sale.)

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