El Rey Lear

ESCENA IV

Claro en el bosque. Una cabaña

Entran LEAR, el CONDE de KENT y el BUFÓN.

EL CONDE DE KENT.—Entrad, monseñor; la inclemencia de esta noche tiránica sobrepuja las fuerzas del hombre. Hay que guarecerse bajo techado.

LEAR.—Déjame solo. (Continúa la tempestad.)

EL CONDE DE KENT.—Entrad, señor, os lo ruego.

LEAR.—¿Destrozarás mi corazón?

EL CONDE DE KENT.—¡Antes el mío! Entrad, señor.

LEAR.—Consideras como un mal insoportable esa furiosa tempestad que penetra hasta nuestros huesos. Lo será para ti; pero el que tiene poseído su corazón por inmenso dolor no hace caso de tan leve pena. Si un oso te persigue, echaras a correr; mas si tu fuga tropieza con el obstáculo del embravecido mar, retrocederás afrontando a la bestia feroz. Cuando el alma está libre, el cuerpo es delicado y sensible al dolor; pero la tempestad que agita mi corazón, le ha cercenado los demás sentimientos. ¡La ingratitud de nuestros propios hijos! ¿No es como si mi boca mordiese a mi mano cuando ésta le ofrece su alimento? Pero me vengaré; no, no quiero llorar más. ¡Rechazarme de su casa y cerrarme su puerta, en tan horrible noche! Ruge tempestad; yo soportaré tus furores. ¡En noche tan atroz! ¡Oh Regan! ¡Oh Goneril! ¡A vuestro tierno y anciano padre, a cuyo cariñoso corazón lo debéis todo! ¡Oh, esta idea me vuelve frenético! ¡Desechémosla, no la recordemos más!

eXTReMe Tracker